Deberíamos disfrutar en cada momento de las pequeñas cosas. La felicidad es pasajera y por ello debemos atesorar el mayor número posible de momentos felices y positivos en la vida.
Lo cotidiano nos permite imaginación y creatividad y nos da la oportunidad de desarrollar el arte de hacer amigos, en los momentos más insospechados.
Es mejor alejarse de la presión del consumo, la competencia y las personas negativas y proponernos satisfacer el deseo de lo positivo, lo alegre y lo constructivo.
Viviremos mejor si estimulamos el optimismo, apreciamos lo que tenemos y disfrutamos de las pequeñas cosas. Compartir la alegría, es la mejor manera de aumentarla y recibir al otro con una sonrisa, nos coloca de forma automática en el camino de la concordia.
Deberíamos aprender a ser dúctiles, a perdonar, a admitir la crítica y capaces de potenciar siempre la visión positiva de la vida. Si empleamos la palabra como medio de esperanza con una finalidad constructiva, transmitiremos armonía y amistad, potenciaremos el encuentro y la armonía y nuestra vida, será sin duda más feliz.
Todo cuanto hagas, se proyecta en un espejo invisible que se volverá hacia ti de nuevo. Si siembras calma, alegría y positivismo…..justamente eso recogerás.
No hace falta mucho recorrido para encontrarlo…..lo tenemos en las cosas más cotidianas de la vida. Las pequeñas cosas nos rodean en silencio… descúbrelas y disfruta de ellas.
No es cuestión de dinero porque sentirse permanentemente infeliz es sentirse fracasado.
Es una cuestión de actitud ante la vida. La responsabilidad es un aliado de la coherencia personal y la actitud positiva es sinónimo de felicidad.
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