Aunque todo te sea adverso, afèrrate a Dios con todas tus fuerzas. Este es el principio del camino de la fe y de la constancia para mantener la llama viva de la esperanza intacta en el poder de Dios, con la certeza absoluta de que Èl nunca nos abandonarà, ni siquiera cuando pensamos que ya todo està perdido y que ya nadie podrà hacer nada por nosotros.
Es precisamente cuando su Amor infinito emerge de entre los escombros de nuestra miseria humana y nos levanta con tal fuerza, que hasta nos quedamos impàvidos al ser testigos de tan magistral acontecimiento que Dios pone delante de nuestros ojos.
Pero, ¿Por què el ser humano, que dice amar a Dios, duda con facilidad de su poder? ... ¿Por què ante tal o cual dificultad, nuestro ser se quebranta y espera lo peor? ... Porque su fe no es lo suficientemente grande y poderosa como para estar en medio de la tormenta y seguir pensando que la mano de Dios està ahì, y que en cualquier momento las làgrimas daràn paso a la alegria, al gozo y a la paz que sòlo el Todopoderoso nos puede dar, convirtiendo lo amargo de nuestro sufrimiento en una dulce melodìa bañada por el regocijo y la paz espiritual, donde nuestras manos estèn aferradas a las manos del Divino Maestro.
Nos hace falta aferrarnos màs a Dios con uñas y dientes, con todo nuestro corazòn y nuestras fuerzas, sin dejar siquiera un pequeño orificio para la duda ni la incertidumbre. Nos hace falta madurar màs en nuestra fe y en la convicciòn que tenemos acerca de Dios, hasta el punto de soportar las pruebas mas duras que Èl nos mande y no dudar jamàs de su Amor, ese amor tan grande que nos lo demostrò entregando a su hijo amado a cambio de nuestros pecados. Nos hace falta crecer en sabidurìa y humildad, para ser merecedores de su perdòn y multiplicar las semillas de su mensaje para toda la humanidad como el màs grande legado de su Amor. ... Nos hace falta aferrarnos màs a Dios.
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